lunes, 17 de octubre de 2022

1.3 LA UNIVERSIDAD: CULPA Y VERGÜENZA

 

A 1.3. La universidad: culpa y vergüenza

En la primavera de 2017 me graduaba como Educadora Social por la Universidad Rovira
 i Virgili de Tarragona con una Mención especial en Desadaptación Social.
 Pero no fui a la ceremonia de graduación porque me sentía desplazada, fuera de lugar y 
avergonzada. 

Incluso una ocasión de celebración y de éxito quedó enturbiada por mi convicción de que era
una persona defectuosa,  que de algún modo todo lo que me envolvía era malo y  culpa mía.
Era solo cuestión de tiempo antes de que todos descubrieran lo  destrozada interiormente
que estaba y lo poco que merecía todas las cosas buenas que pudiesen sucederme.

La culpa suele aparecer cuando una persona se condena a sí misma, cuando cree que es
responsable de algo. Supongo que sólo cuando te encuentras bien contigo mismo, puedes 
vivir una vida completamente plena, sin cadenas, sin remordimientos, sin tristeza.
 

He de tener en cuenta, que todas las decisiones que he tomado hasta el día de hoy, acertadas
 y erróneas, me han conducido hasta aquí, y me han hecho la persona que soy.
Siempre he sido una niña buena y obediente; disciplinada, estudiosa; poco problemática. 

Aprendí pronto a ganarme la atención,  el afecto y  la aprobación de las personas mayores de 
mi entorno y obviamente trasladé esa identidad  a la adultez. He crecido creyendo que para 
ser amada, tenían que necesitarme, porque así me lo enseñaron; así que la mayoría de las 
relaciones que he iniciado  me ha fastidiado bastante mantenerlas, por el gran sacrificio 
personal que significaban y he tenido muchas dificultades para fijar límites saludables en 
ellas.

Muchas veces, nos encasillamos por culpa de las expectativas y la sensación de que tenemos
de desempeñar un papel o una función específicos. es  habitual que en las familias los niños
 reciban una etiqueta; el responsable, el bromista, el terremoto. cuando asignamos a los niños
 un atributo, lo cumplen: Y cuando uno de los hijos es el "mejor", un triumfador o "una niña 
buena", también suele haber una que es la peor. Pero una etiqueta, no es una identidad.

Tardé mucho tiempo en darme cuenta del peso que suponía en mí, la historia de mis 
antecesores, mis padres y abuelos.  Y de cómo han funcionado los roles y las etiquetas dentro
 de mi familia. La niña mejor, la peor, la buena, la mala, el culpable, la víctima...etc. 
No fue hasta después de cultivar en mi una parte de la formación universitaria que hoy poseo,
 y después de muchas horas de terapia, que empecé a comprender  y  vivir un momento 
catártico en mi vida que deseo  reflejar aquí  negro sobre blanco.

Cuando poseemos unos padres jóvenes, que están estresados, decepcionados, o se sienten 
frustrados, los hijos pagan el pato y arrastran esa carga en sus vidas. Aunque no hayamos 
vivido un trauma  que nos obligara a esforzarnos, la mayoría podemos recordar momentos 
en que protegemos a otros para ganarnos su aprobación.

Cuando vine al mundo mis jóvenes padres, apenas rondaban la mayoría de edad. No fue un 
embarazo buscado. En los años setenta, con la llegada del movimiento hippie muchas 
mujeres se quedaban embarazadas de sus parejas. Ahora ya no se estila tanto, pero por 
entonces, quedarse embarazada suponía el paso obligatorio por el altar o el juzgado. Casarse 
de penalti, lo llamaban. Era casi impensable tener un hijo sin haberse casado. No había 
mayor deshonra social por aquel entonces. El origen viene de las expresiones del fútbol 
penalti” , que significa, pena máxima o castigo. Con un tono de humor, los españoles nos 
apropiamos en la vida diaria del vocablo, al margen del fútbol, para referirnos,  al casarse de 
forma forzada.
Muchos de nosotros no tuvimos los padres cariñosos y protectores que merecíamos. Tal vez 
estuvieran preocupados, enfadados, asustados o deprimidos. Tal vez nacimos en el momento 
equivocado , en una época de fricción, pérdida o estrechez económica. Tal vez quienes 
debían cuidarnos, estaban inmersos en su propio trauma y no siempre respondían a nuestras 
necesidades de atención y afecto. Tal vez, nunca nos cogieron en brazos y nos dijeron: 
Siempre quisimos un hijo como tú”

Así que con poco tiempo de vida, me llevaron con mis tíos paternos al Norte, mientras mis 
jóvenes padres  se recomponían.  Él hacia la mili, ella se quedó "esperándole" en casa. 
Nadie me explicó nunca los motivos, los pros o los contras de la decisión de mi marcha lejos
 de mis padres biológicos. No sé porque me entregaron nada más nacer. 
He visto fotografías, cartas, pero nunca una explicación por ninguna  de las partes.
Como tantos otros vacíos en mi historia biográfica.
 
Un día se presentaron dos chicos jóvenes muy modernos en casa,  vestían con pantalones 
acampanados, melenas largas y echaban mal  olor a tabaco. Así sin más, mi  estable y 
tranquila vida, mi pequeño y relajado mundo cambió de un día a otro. 
Cambié de referentes de la noche al día. Pasaba de unos dulces y atentos padres, que me mimaban 
explicaban cuentos y traían regalos cada día del trabajo; que me lavaban a diaria y me cambiaban 
de ropa y peinaban mirando constantemente por mis necesidades; a unos jóvenes modernos, que apenas 
se alimentaban de lomo y patatas fritas; se lavaban una vez a la semana y tenían constantes 
broncas llegando incluso a las manos.

 Un día me levantaba con mis referentes de siempre, y esa misma noche me acostaban unos 
desconocidos que no me conocían de nada. Me dijeron: éstos son tus padres, que han venido a
 buscaste. Inolvidable.
Después de cuatro años de convivir  como una niña amada, pasé a vivir  con mis  padres 
biológicos una vida de carencias físicas y emocionales. Con unos padres jóvenes e inmaduros
 que habían decidido afianzar  erróneamente su matrimonio ampliando la familia. Así llegaron
   mis queridos hermanos, que, me acompañarían  en esa errónea vida familiar. 


1.2.-EL MAL QUERER: RELATO RECIENTE, JOSÉ

 

Con el paso del tiempo María  se quedó embarazada de su primera hija a la que  le pondrían  
el nombre de Sara en honor a la madre de José. Por aquel entonces, José mantenía a su 
compañera, con la que no había contraído aún matrimonio y a su hija, cometiendo pequeños 
robos de joyas y el dinero en efectivo o cualquier bien del que pudiese sacar provecho. 

En una ocasión y fruto de una difícil huida durante la comisión de un delito, José se enfrentó 
con un guardia civil, segándole la garganta durante un forcejeo y acabando con su vida. 
Su carrera delictiva iba “in crescendo”.

Buscó refugio entre la etnia gitana, donde se mantuvo escondido hasta que la policía dio 
con él y le condenaron a pasar algunos años en la cárcel. Para entonces, María volvía a estar 
embarazada.

Se había quedado sola ante la crianza de tres hijos. 

La vida sería mucho más dura a partir de ahora. Tendría que doblar turno para poder 
alimentar a los hijos, y  mantener las necesidades de su compañero preso en aquel momento,
 y las suyas propias.
La vida había cambiado mucho para aquella muchacha morena de gran sonrisa, que huyó 
una noche  llena de estrellas y  llena de sueños de la caserna. 

Su sueño de amor, se fue tornando lentamente una pesadilla. Trabajaba de sol a sol para 
poder llevar el pan a la mesa. Andaba ocho kilómetros cada mañana para acudir a su puesto 
de trabajo. En ocasiones, mientras recorría el camino que separaba la masía donde vivía del 
trabajo, se encontraba vecinos de la zona que la increpaban y la señalaban por ser una 
mujer soltera con hijos que convivía con un asesino de policías. La presión social, la 
señalaba a ella entonces, como antaño había señalado a su suegra, y señalaban también a 
sus  tres hijos.

Hastiada de sufrir y verse señalada socialmente, María decidió casarse por poderes, en la 
prisión Modelo de Barcelona; durante el cumplimiento de una de las condenas de José, un 
triste domingo cualquiera. Hecho del que se avergonzaría el resto de su vida.
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Cuando José salió por fin de prisión, durante los años ’60,  su ya esposa  trabajaba 
doblando turno, en la industria del téxtil que estaba en auge en toda la zona  y que,
 había permitido en su ausencia  alimentar a sus  hijos.
La mayor contaba los once años  y  a sus dos  mellizos, que todavía 
acudían a estudiar.
  
Los hijos del matrimonio, alternaban sus estudios  con actividades domésticas o laborales, 
como repartir la leche que recibían los vecinos cada mañana, ayudar a limpiar por el 
pueblo o cocinar. De esta forma colaboraban activamente en la economía familiar. 
Sin embargo, ante la situación de precariedad que sufría su familia, José no mejoró su
conducta. Las disputas y peleas con María eran continuas y las agresiones en presencia de 
los hijos, habituales. En una ocasión, la hija mayor,  quiso mediar en la disputa protegiendo 
a su madre y recibiendo los  golpes, quedando sin conocimiento. Su padre, creyéndola muerta
envolvió su cuerpo y lo llevó hasta un terraplén junto al río, donde la abandonó inconsciente,
dándola por muerta. Después de este hecho, la relación de padre e hija, no volvió a ser la 
misma jamás.

José, se convirtió en un maleante al que no le gustaba trabajar. Maltrataba a su mujer y a sus
hijos, evadía sus responsabilidades parentales y como no podía ser de otra forma, mantenía 
relaciones sentimentales fuera del matrimonio. Solía frecuentar la cafetería del pueblo. 
Estaba regentada por una viuda,  y sus dos hijos menores.
Acabó teniendo un romance con la propietaria del bar. Este amorío, llegó a los oídos de 
María a la par que se hacia público y notorio entre los vecinos. La angustia de María se 
incrementaba a la misma par que los comentarios y habladurías. Se pasaba horas, asomada a 
la ventana llena de ansiedad y enviaba a su hija mayor al bar, en busca de su padre.

Una mañana como tantas otras, Sara,  la hija mayor de María, que apenas contaba 16 años,
 fue al bar del pueblo para ver si estaba su padre y más tarde explicárselo a su madre. 
Sin embargo esa mañana, la regenta del bar y amante de su padre, le ofreció el 
desayuno .

Por allí rondaba el hijo mayor de Pepa, la dueña del bar al  que todos conocían como Juanjo.
La regenta, acababa de enviudar, adquiriendo una nada desdeñable suma de dinero y bienes 
repartidos en negocios locales y tierras de labranza, lo que facilitaba que tuviese muchos 
pretendientes para ocupar el puesto de marido y señor de Pepa y su fortuna.

Juanjo, el  único hijo de Pepa, tenía ya 17 años. Era un joven rebelde y  con un punto de 
agresividad que había adquirido de su difunto padre; un ex-legionario rudo y joven que lo 
había criado a golpe de cinturón. Los dos jóvenes que allí coincidieron, también se 
enamoraron, gestando a la que hoy aquí os escribe.

No he podido llegar a conocer a ninguno de mis dos abuelos personalmente. No se lo que es 
sentarme en sus rodillas, o que me puedan explicar un cuento. Nadie me habló jamás de ellos,
 De hecho siempre hubo un pesado silencio donde deberían haber estado esas hermosas 
historias familiares que fui descubriendo lentamente con los años, y que lentamente fui 
uniendo y recomponiendo.

1.1.-EL MAL QUERER: INTRODUCCION

 

Introducción:
 El tiempo, me infundió el valor y la inspiración para afrontar y expresar
 mi verdad, para contar mi secreto y reclamar mi verdadero yo. 
Es imposible ajustar cuentas y liberarnos cuando guardamos secretos,
cuando nos regimos por un código de negación, ilusión o minimización.

 

A veces, la obligación de guardar un secreto es tácita o inconsciente. 
A veces, otras personas nos compran el silencio con amenazas o a la fuerza. 
De cualquier modo, los secretos son perjudiciales porque crean  un clima de vergüenza, 
y la vergüenza es la base de cualquier adicción.

 

1.1 Historia antigua

La historia que relato, tiene sus inicios en un pequeño poblado del sur del Pirineo 
de principios del siglo XX. La situación política del momento era 
convulsa; existían flujos migratorios de  zonas básicamente  agrícolas hacia 
poblaciones más industrializadas y modernas.

El sistema patriarcal del momento, garantizaba la posición subordinada de la mujer en todos
 los ámbitos. La mujer casada, debía obtener la autorización expresa del marido para poder 
llevar a cabo cualquier tipo de iniciativa.


La joven y grácil Sara, era una mujer casada y con hijos. Por aquel entonces, una mujer
casada, no se iba sin su marido ni de fiesta, ni de copas, ni de viaje, ni a la playa, de ni de 
conciertos, ni al cine, ni de paseo, ni a gimnasios, ni de esteticién, ni al fútbol, ni de acampa-
da. Se vestían con faldas muy largas, con medias todo el año, sin enseñar las piernas, sin 
enseñar los brazos, sin enseñar escote ni espalda. Sin tatuajes, sin maquillaje, sin depilación.
La mujer era usada (por el varón) para el sexo y era una buena chacha para la casa. 

Si protestaba, su marido, le plantaba  una bofetada para “enderezarla”. No podía fumar, ni 
comprar pisos, ni conducir, ni divorciarse, ni ducharse todos los días, ni arreglarse demasiado,
 ni protestar ni decidir a quién votar o cuando y cómo fornicar. Sólo parir y parir aunque le 
costara la vida.


Se vivía en negro cuando fallecía un familiar y sólo de blanco “casada”. Si te quería un
hombre para toda la vida. Eras insultada si hablabas con amigos varones (puta) y si no habla-
bas con varones eras tachada de “fea y solterona”. Tus juguetes eran las muñecas, la fregona, 
y la caja de costura; y tu obligación; aprender a cocinar, a limpiar y a criar niños; a rezar el 
rosario y complacer al marido día y noche. Ni pelota, ni vídeo-juegos, ni bicicletas, ni patinete
eso era de chicos. Rosa para ti y azul para él.


Todos los domingos a misa, las fiestas a misa; la semana santa, a misa;
en Navidad a misa, y al fallecer, a misa, ataúd y entierro.

Incineración ¡Ni pensarlo! Porque para ser una buena mujer católica,

tenias que ser devorada por los gusanos. En invierno, mantita o brasero,

nada de calefacción, y en verano el abanico (sin aire acondicionado).
Se comía mucho arroz, mucha patata, mucho pingüe, mucho chopped y

mucho pan con aceite, ajo y sal, porque las pizzas, jamón serrano,

salmón, ternera, gambas o comer fuera del hogar, era cosa de ricos.

Sin embargo, la joven, guardaba para sí, un terrible secreto que podría poner en cuestión su 
honor y su decencia ante el resto de los vecinos; señalándola, a ella y a sus hijos socialmente  
durante mucho tiempo. Mantenía una relación sentimental fuera del matrimonio con uno de
los miembros de la etnia gitana que estaban instalados en los límites

de la población.


Una infidelidad en el matrimonio por parte de la mujer, era un hecho deshonroso y de escarnio público.

Seguramente ése, fuese motivo suficiente para que una vez fue pública y conocida
la relación que ambos guardaban,  el Patriarca de los gitanos, ordenase en su entorno hacer 
cumplir la “Ley Gitana” incumplida de fidelidad y tomasen represalias contra su familiar para 
dar ejemplo al resto y  poner fin a su vez a una relación sentimental inmoral para la época.
Según  cuenta la historia,  tres hombres del clan, quedaron con el joven enamorado a las 
afueras del pueblo, junto a unas tierras de labranza donde le apuñalaron hasta la muerte. 

El gitano murió, pero no sin antes dejar en estado de buena esperanza a su amada Sara.
De aquella relación extramatrimonial, nació José. El último de los hijos de Sara, que
recibiría el apellido y los cuidados del marido, aceptando como propio al hijo del amante 
de su mujer.



1.2 El relato reciente: José.

José creció sabiendo de sus orígenes, criándose bajo las costumbres de la etnia gitana a la que

pertenecía. Cuando llegó la Guerra Civil Española, contaba con poco más de 10 años.

 

Con el tiempo, se convirtió en un mozo  alto y delgado,  al que le gustaba vestir de 
traje-chaqueta blanco y  sombrero a juego. Solía llevar un badajo de res como bastón. 
Un bastón seco, que escondía una hoja afilada de navaja en la punta, por si surgía algún 
problema con el resto de vecinos del poblado.

La miseria de la posguerra, le obligó a subsistir con la cartilla de racionamiento y con
actividades poco lícitas como el estraperlo. Ante la carencia de víveres y productos de
 primera necesidad, también vendía quincalla que recogía durante todo el día, entre los
 vecinos del pueblo. Siempre estaba atento a cualquier oportunidad, para cometer algún que 
otro pequeño hurto, y parecía esfumarse cuando veía a una pareja de la Guardia Civil 
haciendo su ronda.

En alguna ocasión, estuvo detenido y fue interrogado por recoger objetos poco valiosos para
revenderlos. Fue así como conoció a María, la hija menor de uno de los guardias de la 
Caserna.

María era una joven morena, delgada y menudita, con grandes ojos negros y una espectacular
sonrisa. Nada más verla, se enamoró perdidamente de ella. Decidido a conquistarla, rondaba 
cada noche su ventana, ofreciéndole serenatas con la esperanza de conseguir su amor y su 
favor.

María estaba loca por aquel mozo que venía cada noche a su ventana a cantarle. En la caserna
no se permitía salir a las solteras  solas, pero su joven amado, no faltaba a su cita nocturna 
con la esperanza de verla en el balcón y poder mantener unas palabras con ella.

La situación de la mujer no había mejorado en absoluto con el fin de la guerra. El golpe
del bando nacionalista continuaba sometiendo a la mujer a los deseos del marido:
mujer decente, en casa y con los hijos”. Sería una época difícil para todo aquel que 
defendiese unos principios democráticos, que podían llevarle a verse bajo los suplicios de

aquellos súbditos franquistas con complejo de superioridad.

María estaba desesperada, ¿cómo sería posible que siendo hija de un orgulloso ganador de la
guerra, pudiese llegar su amor a buen puerto, tomando como esposo a un rojo? Su familia no 
lo permitiría jamás.

Su pasional y complicada historia de amor imposible, forzó a José a trazar un plan: tendría
que llevársela y deshonrarla. De esta manera nadie podría impedir su amor.

Decidido a llevar a cabo su plan, fue como cada noche a rondar la ventana de María
 en la puerta del cuartel. Ella estaba  a punto de acostarse. Dormía en la misma 
habitación  junto a  varias de sus hermanas mayores. Al escuchar a José,  su corazón 
se aceleraba y sus hermanas mayores la increpaban para que cejase en su romance imposible,
con aquel gitano que la rondaba.


La dificultad de los amantes por estar juntos, llevó a María a tomar la primera y más
importante decisión, que la marcaría y condicionaría el  para el resto de su vida. 
Había decidido marcharse con José y vivir este  profundo y loco amor los invadía, 
renunciando de este modo a las bendiciones de su familia, con la que no volvería a mantener 
relación jamás


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